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COLABORACIONES

Adagio por Oaxaca triste

Julio 30, 2015

Hay tristeza en Oaxaca. No se ve. No se exhibe. Se siente. Se palpa en el ambiente. Muchos de a pie dicen que lo que pasó con la transformación del Instituto Estatal de Educación Pública –IEEPO- está bien, que ya era hora. Otros dicen que es una traición del gobernador Gabino Cué al magisterio. Algunos maldicen al gobierno federal y a la empresa: todos opinan. Todos tienen vela en este entierro, en plena Guelaguetza que de alegre pasó a ser amarga…

No puede haber fiesta con miles de soldados y policías federales recorriendo la entidad, sobre todo en la hermosa capital del estado, que es orgullo de todos y patrimonio cultural de la humanidad desde 1987 y que es donde se asienta la fortaleza de la Sección 22 de la CNTE. No puede haber fiesta con tanquetas militares aquí o allá; no puede haber fiesta con helicópteros del Ejército y la Marina sobrevolando el cielo que cuando limpio está es del color turquesa sólo aquí…

Dicen que fueron a cuidar la Guelaguetza y que cuidan las instalaciones de PEMEX que están en Santa María del Tule, muy cerca de la capital y desde la que se abastece de combustible; que cuidan instalaciones y plantas transmisoras de radio, de televisión y otros medios comunicación y zonas estratégicas. Se nos dice que es para prever agresiones y para proteger a los oaxaqueños de posibles actos de violencia o que tal y tal. Los helicópteros vuelan al ras e intimida a todos.

El martes 21 de julio, por la noche, luego del anuncio, la ciudad parecía en guerra. Muy poca gente en las calles. En la penumbra se veía a militares en filas pegados a las paredes de las casas o bardas; había cantidades incontables de camiones con militares y policías federales y marina: la policía local prácticamente era inexistente. Estaban ahí, vigilantes, atentos y dispuestos ¿a qué?...

“Durante mucho tiempo han hecho y deshecho lo que quieren los de la CNTE, a ver si ahora ya le paran al taco y nos dejan vivir en paz”, dice un taxista; “Son muy agresivos y cochinos” dice una señora que va al mercado; “Los amolados son los niños porque casi nunca tienen clases” dice un empleado de banco; “Los maestros son unos cabrones, pero son el contrapeso a los abusos de los rateros del gobierno”, dice otro taxista… Muchos más opinan.

En una cosa coincide la mayoría: está bien el cambio de IEEPO. Y está bien que pongan en orden a los de la CNTE-22 que habían tomado por su cuenta al estado; muchos aplauden al gobernador Gabino Cué aunque también dicen–o dicen saber- que no lo hizo por gusto, sino obligado: “pero ya está hecho, a ver si ahora sí se faja los pantalones”, dice un parroquiano en los arcos del zócalo.

Fue un error estratégico de los líderes de la CNTE echarse encima la animadversión de la mayoría de los oaxaqueños. Nunca consideraron la inoperancia social de sus manifestaciones, paros, bloqueos, agresiones mientras que el gobierno no intervenía para solucionar. Durante meses pidieron auxilio al gobierno municipal, al estatal y al federal: todo seguía como si nada, como si la fuerza del cuerpo se les hubiera ido en los enojos cotidianos por los gritos, el abuso de espacios y por ese mundo beligerante que no les pertenece porque no se ven ahí…

Ese martes 21 de julio, por la mañana, corrió como reguero de pólvora “lo del IEEPO”. Aun así, de pronto nadie decía nada porque para casi todos era increíble; como si no fuera cierto. Poco a poco, como al despertar de un sueño profundo la gente iban digiriendo la noticia: “¡Desaparece el IEEPO!” casi gritaban. ¿De júbilo? ¿De preocupación? ¿De acuerdo? ¿Enojados? Todo junto…

La reflexión inmediata fue: “Y a ver ahora con qué salen los maestros, porque no se van a quedar quietos si se les quita su poder”. Y de pronto la fiesta pasó a segundo plano. La Guelaguetza que había comenzado días antes en tono festivo y cuyo ‘primer lunes’ había sido el día anterior ya no era lo mismo; había una piedra en el zapato para todos. Y no faltaron los reproches “¿Por qué precisamente ahora?”…

Y esa misma noche del martes a la vista de los cientos de policías federales, militares, marinos… la gente se agolpaba en filas interminables de vehículos en las gasolinerías de la capital del estado. Unos decían que los de la CNTE iban a repetir lo que hicieron unas semanas antes cuando bloquearon durante tres días las gasolinerías y no hubo combustible para casi nadie… Llenaban los tanques de gasolina y grandes bidones que llevaban para almacenar…

Al día siguiente, el miércoles 22 todo parecía normal; la gente a su trabajo, los campesinos a lo suyo, los comerciantes a su vendimia, los artesanos laborando y los restaurantes como si nada: pero también como si todo: la conversación de todos era IEEPO-IEEPO-IEEPO…

Los días en la capital de Oaxaca son calurosos y muy iluminados. Los colores brincan por todos lados. Las multitudes se concentran en las calles del centro histórico y en los mercados. Todo parece normal, pero en silencio unos a otros se preguntan ¿qué sigue?

Por lo pronto los rumores: que van a quemar edificios los de la CNTE, que van a cerrar calles: que ya cerraron calles. Mientras el edificio del IEEPO está resguardado por miles de militares…

Y los helicópteros en el cielo y las tanquetas en la tierra dicen que todo pasa ahí. O puede pasar. El jueves todo parece quieto, pero muchos están a la expectativa, aunque la vida parece no cambiar para los oaxaqueños que tienen que seguir viviendo y tienen que seguir haciendo y tienen que seguir pensando en cómo van a salir de esta…

La CNTE anuncia “medidas en contra de los actos de represión del gobierno”. El sábado 25 es el día, dicen. No pasó nada en ‘la Octava’. Es que los tomaron por sorpresa. En plena fiesta. Con su Guelaguetza. Lo que sigue después de la fiesta es impredecible… Mientras se escucha a los helicópteros del ejército y la marina, a lo lejos se escucha una marimba: “Dios nunca muere”, canta. Es el himno de la trascendencia de los oaxaqueños. Ahí está. Es en Oaxaca, hoy.

JOEL HERNANDEZ SANTIAGO

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